LOS RETABLOS_

¿QUÉ ES UN RETABLO?

El retablo es un mueble litúrgico dispuesto detrás de la mesa del altar (su etimología así lo determina: retro-tabulum). En él se disponen las efigies de los personajes sagrados, las representaciones de escenas evangélicas o momentos de la vida de Cristo o de los santos. Cada imagen está imbuida de un significado profundo.

El retablo puede estar confeccionado con diferentes materiales (madera, piedra, mármol, jaspes, metal, etc.) pero siempre con un propósito común: transformar el espacio que ocupan para narrar episodios evangélicos.

Estamos ante obras de arte talladas en inmensos escenarios que transforman el espacio, proponen modelos de conducta a los fieles y constituyen verdaderos “portales” interdimensionales que conectan al fiel con la transcendencia a la par que le proporcionan un lugar de manifestación apoteósica de lo sagrado.

Aquí, en este espacio sagrado, cada quien se encuentra cara a cara con algo mucho más grande que ellos mismos, algo profundamente misterioso y eternamente hermoso.

EL RETABLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA_

La evolución del retablo a lo largo del tiempo y en diferentes entornos culturales ha sido diversa. Aunque no surgió durante el arte barroco, su origen es mucho más antiguo. Sin embargo, fue en los siglos XVII y XVIII cuando alcanzó su máximo esplendor y espectacularidad, transformando por completo el interior de las iglesias. Inicialmente, en las basílicas paleocristianas, el altar se destacaba con una estructura arquitectónica llamada ciborio, que podía contener elementos figurativos o simbólicos. Con el tiempo, se le añadieron placas y tablas de gran tamaño que servían de soporte para la iconografía.

Durante el período románico, la pintura mural en los ábsides se utilizaba para transformar la arquitectura en una presencia narrativa. En la época gótica, el retablo aumentó de tamaño y su estructura arquitectónica ganó importancia. Este mueble continuó desarrollándose plásticamente de acuerdo con los principios teóricos de los diversos estilos artísticos, desde el tardogótico hasta el neoclásico, pasando por el primer renacimiento, manierismo, barroco, churrigueresco, rococó y clasicismo. Cada estilo aportó nuevas dimensiones y elementos al diseño del retablo, reflejando la evolución de los postulados artísticos de cada época.

LOS RETABLOS BARROCOS_

Históricamente, las mentalidades ilustradas y postilustradas mantenían una percepción negativa del arte barroco, viéndolo como una degradación profunda del arte, lo que llevó a la destrucción de muchas obras. No fue sino hasta el primer tercio del siglo XX que comenzó a recuperarse su valoración, alcanzando el reconocimiento y la estima indiscutibles de nuestros días. Este cambio de percepción permitió que el barroco fuera revalorado y apreciado en su complejidad y riqueza artística.

El arte barroco, desarrollado en los siglos XVII y XVIII, no responde a un impulso único ni a un movimiento uniforme, sino que comprende varias etapas dinámicas que llegaron a coexistir en el mismo territorio y época. Cada región, influenciada por sus propias circunstancias y características, desarrolló su propio estilo distintivo. Generalmente, su diseño incluye una estructura arquitectónica donde se distribuyen escenas pintadas, relieves e imágenes en bulto redondo. A veces, esta estructura facilita la interpretación de los elementos iconográficos, mientras que otras veces se complica tanto que dificulta su lectura, enfatizando el impacto visual del conjunto.

En el siglo XVII, el barroco se construyó sobre los cimientos del siglo XVI, destacando la influencia del «romanismo» y la experiencia de El Escorial. La reinvención de los órdenes clásicos y la estricta adhesión a los postulados del Concilio de Trento definieron las bases teóricas de su práctica. El retablo, concebido como una exaltación de la Eucaristía, simbolizaba la defensa de la presencia real de Cristo en la eucaristía y reflejaba la magnificencia de sus promotores. El neobarroco, vigente hoy, ha evolucionado hacia una expresión de un universo de apariencia y desengaño, reflejando la escasez de oportunidades, la creciente desigualdad social, y la confusión entre realidad y ficción, sumiendo a la sociedad en una realidad de luces y sombras con un fuerte componente de ansiedad.

PLAN DE SOSTENIBILIDAD TURÍSTICA DE SALAMANCA

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